lunes, 3 de marzo de 2014

CUENTOS DE CINE: El malvado Carabel

25/02/2014                                           Pintura: Magritte


El malvado Carabel

Erase un hombre tan ingenuo tan ingenuo que de pura ingenuidad parecía bueno. Al hombre, lo llamaremos Prudencio, trabaja como contable de un prestamista. El dueño del negocio lo llevaba con la escrupulosidad que se le exige a una persona que posee tal tipo de empresa. No soltaba un duro a menos que supiese que podía ganar por lo menos seis pesetas.

Nuestro buen Prudencio un día se atrevió a pedir a su jefe un aumento de sueldo - No es por mí es que mi novia quiere que nos casemos-. Dijo casi para disculparse.

El prestamista con amabilidad en las palabras, pero en tono exigente le respondió:

- Esta empresa apoya el matrimonio, incluso que los empleados tengan hijos, y me parece muy bien que cobren puntos por estos motivos. En mi empresa quizás nunca se le conceda un aumento de suelto, pero en contraprestación le damos un porvenir envidiable-.

Y sin más palabras, con dos palmaditas en la espalda, echó al resignado Prudencio del despacho. Prudencio transmitió a su novia, Casta, que tendrían que aplazar la boda y ahorrar mucho, ya que no había podido conseguir más dinero. La madre de Casta, previsora, ya le había preparada a ésta otro pretendiente.

- No te apures, hija, que el boticario Don Hilarión nos espera esta noche, nos ha invitado al teatro-. Y dirigiéndose a Prudencio le dijo - Mi hija no puede perder el tiempo con un hambriento-.

- ¡Señora!-.

- ¡Mamá!

Dijeron al unísono, con tono de protesta, los novios. Y reflexionando, Casta le dijo a Prudencio:

- Mamá tiene razón: una mujer no puede esperar demasiado para casarse, ya que el tiempo va en contra de ella-.

La señora Rita, la madre, le recordó a su hija que tenían que irse preparando, que les esperaba Don Hilarión.

Y con este ánimo salió Prudencio de la casa de su novia para volver al trabajo a hacer más horas extras.

Estando en el trabajo Prudencio, pasó por allí el yerno del dueño y le preguntó:

- ¿Cómo va el piso que me tiene preparado mi suegro?

- Va muy bien, ha conseguido sacar a los ancianos del piso, ha convencido al ayuntamiento que los pobres no pueden vivir solos y se los han llevado a una residencia. Ha dicho que eran unos sucios (les había cortado el agua) y que la casa amenaza ruina (no ha hecho ninguna de las reparaciones que los viejos habían requerido). El piso con unos pequeños arreglos les va salir por no más de cien mil pesetas. Cuando su suegro lo podría haber vendido por un millón-.

- ¿Un millón?-. Dijo el yerno pensativo.

Al otro día en el trabajo el dueño lo recibió con cara de perro:

- Prudencio, ya puede pasar por caja que le tienen preparado el finiquito. ¡Está usted despedido!-.

- Pero... pero ¿por qué?

- Porque la empresa ha perdido la confianza en usted. Usted no puede decir nada que pueda perjudicar a la empresa aunque sea de mi yerno o mi hija. Me ha hecho perder ciento ochenta mil duros. Todo por su indiscreción-.

- Pensé que como era su yerno...-.

- El negocio no entiende de familia. Pensar que usted tenía un porvenir conmigo… ¡Fuera!

Prudencio abatido deambuló por el pueblo y terminó dando con sus pies en las puertas de la botica. En ese momento salían de la botica las dos mujeres entre la risa escandalosa de la señora Rita; Casta al ver a Prudencio se sorprendió ya que era la hora del trabajo.

- ¿Te han dado permiso?-. Dijo Casta.

- Me han despedido-. Le respondió él.

La señora Rita se puso a gritar, diciendo que Prudencio iba a hacer desgraciada a su hija, que esa relación debía terminar. Los gritos y los reproches acompañaron a Prudencio hasta la puerta de la casa de las mujeres. Casta le dijo:

- Esto nuestro debe terminar. Yo debo obediencia a mi madre.

Prudencio llegó a su casa y le contó a su tía que lo habían despedido y que ya no tenía novia. Le puso al corriente de la situación  y con una resolución determinada por la angustia, dijo:

- ¡Voy a ser malo!

Así se lo dijo a su tía. Pero la mujer intentó apaciguarlo, ya que aún podían pasar con la pequeña pensión que recibía. Ellos dos solos esperarían tiempos mejores:

- No puedes dejar de ser bueno, así como así, se es bueno como se es bajito o rubio-. Le dijo la tía.

Pero Prudencio insistió en ser malo. La tía le dijo que no era capaz de hacer daño a nadie. Salió al jardín, volvió con un pollo y le pidió que lo matara. Prudencio en su intento casi se corta un dedo. Soltó el pollo que se fue otra vez al jardín y el pobre Prudencio se fue a la fregadera a lavarse la sangre que manaba de su dedo.

Prudencio tenía muy clara su determinación, estaba decidido a ser malo. A la mañana siguiente, día de mercado, se fue dispuesto a robar, a demostrarse que podía ser malo. Se mezcló entre una muchedumbre que contemplaba a un charlatán de perfumes. Metió la mano en el bolsillo más próximo sacó una moneda y se la pasó a la otra mano y se la metió en el bolsillo superior de su chaqueta. Satisfecho por su maldad y temeroso por ser descubierto se fue a un rincón a comprobar su botín, pero su sorpresa fue que no era una moneda, era una medalla suya, que únicamente la había cambiado de bolsillo.

Al otro día leyendo la página de sucesos de un periódico se le ocurrió una idea: viendo el perro que la vecina había encontrado y que no sabía qué hacer con él, Prudencio se lo llevó a su casa. Este gesto fue interpretado por la vecina como propio del buen corazón de Prudencio. Pero no era así, decidido a ser malo estuvo adiestrando al perro a volver a casa. Cada día lo dejaba en un sitio más lejano y se aseguraba de que supiera volver, así sucesivamente. Su tía le decía que eso no podía salir bien, que debía preparar al perro para trabajar en un circo, que eso sí que daba dinero.

Cuando lo creyó preparado puso en marcha su plan, vendería el perro a alguna alma caritativa y obtenido el dinero, y el dueño confiado, el animal volvería con él y así lo podría vender a muchas personas. Empezó por una zona del pueblo de gente con dinero, estaba un poco lejos de su casa pero de la que el perro había sabido volver. Después de llamar a muchas puertas hubo un señor gordo que le abrió la suya. Prudencio comenzó a contarle la necesidad que tenía el perro de tener un hogar. El hombre lo escuchaba con paciencia e interés, en un momento de la conversación salió la impaciente esposa del gordo que al ver al perro dio un grito de alegría:

-¡Es el perro de Chuchi!-.

A Prudencio no le quedó más remedio que dejar al perro en la casa  y salir corriendo. Cuando llegó sofocado a casa, allí le esperaba Casta:

- No veo que estés haciendo nada para evitar mi boda con el boticario-.

- Tengo unos negocios entre manos que nos harán ricos-.

- ¿Quieres decir que tienes un trabajo?-.

Prudencio le dijo que tenía proyectos, pero no un trabajo fijo, que trabajaba a comisión, como un representante. La joven estaba arreglada, pintada como una rosa y olía como un jardín. A Prudencio se le despertó la primavera e intentó besarla. Casta, evitó el beso, le dio un plazo de veinte días para arreglar las cosas, ya que la boda estaba fijada para finales de mes, por lo que no esperaría más.

La visita de Casta había espoleado Prudencio que cada vez tenía mayor urgente de ser malo. Se fue al puesto de loterías que un ciego regentaba, con el pretexto de comprarle un número le quitó de una esquina del mostrador interior un montón de series que un tanto descuidadas estaban a su alcance. Lejos del puesto se fue a un bar donde nadie lo conociera. E intentó vender los números a los parroquianos. La venta iba bien, le estaban comprando números. Ya casi los tenía vendidos todos. Prudencio estaba embargado por la alegría, pero cuando se dirigía a la puerta un parroquiano lo llamó:

- Oiga, me puede cambiar este número que tiene fecha de ayer-.

Todos los parroquianos comprobaron la fecha, todos eran números del día anterior que seguramente el ciego se debería disponer a devolver. Prudencio salió corriendo del bar, perseguido por los parroquianos. Era joven y ligero, y la desesperación le dio un punto de velocidad que le permitió despistar a su perseguidores.

Decidido a ser malo de verdad ¿Dónde mejor sitio para practicar la maldad?; pensó en las oficinas del prestamista, conocía los despachos y donde estaban los documentos. El dinero estaba en la caja fuerte, por lo que lo descartó ¿Pero y los documentos? Se introdujo en la oficina, en el despacho del dueño, donde en una estantería había unas carpetas con documentos de compraventa. Vio entre los documentos el de unos terrenos de muy poco valor cuando el labriego los había vendido a cambio de un dinero que necesitaba urgentemente. El despacho los había conseguido a un precio ridículo, pero ahora el ayuntamiento estaba a punto de cambiar la calificación de tierra de cultivo a terreno urbanizable (el prestamista, hombre de contactos había acelerado el posible cambio). Prudencio, se llevó la carpeta y desde una cabina de teléfonos llamó a su antiguo jefe; disfrazó la voz y le dijo:

- Tengo los documentos de los terrenos que están cerca del río. Si los quiere deberá dejar 500 duros en la esquina de la fuente, vaya solo; de lo contrario los quemaré.

El prestamista, no le contestó  y le colgó el teléfono. Otro día mandó unos anónimos con las mismas amenazas. Pero el hombre no respondía.

Pensando que el prestamista habría denunciado el robo, estaba leyendo los titulares de los periódicos; cuando Casta lo saludó, ambos se abrazaron con gran alegría.

- ¿Qué haces, Prudencio, ya sabes que nos quedan muy pocos días. Vengo de comprar el salto de cama-.

Y arrastrando al joven hasta detrás de un árbol, se lo ciñó -¿A que me queda bien? Toca, toca, mira que tacto-.

Prudencio toca la tela y envidia la tela que podrá tocar su piel. Toca las mejillas de la joven: suaves, cálidas. Si en algún momento pudo oler la primavera; ahora, era el verano quien lo sofocaba -No podía perderla-. La besa suavemente.

- Me he vuelto malo, Casta-.

Le dice que ha robado los documentos de compraventa de los terrenos cercanos al rio, que cuando cambie la calificación de los mismos valdrán millones, él le ha reclamado al prestamista una cantidad exigua en comparación a su valor final y que el prestamista no se ha molestado en contestar sus mensajes de chantaje.

La maldad de Prudencio aumenta la ternura de Casta por él.

- Yo también quiero ser mala. No me importa ser mala si estoy contigo. No dejes que me case con el boticario-.

Los jóvenes se separan. Prudencio vuelve a su casa determinado a presentarse en su antiguo trabajo para hablar con el prestamista y pedirle no ya 500 duros, sino 1000 duros. Son unos documentos que el prestamista es el más interesado que no se sepa el origen.

Pero cuando se presenta en las oficinas éstas han cerrado. Van a abrir un banco y la empresa de préstamos ya no tiene razón de ser. Por otro lado se entera por la prensa que los terrenos cercanos al río aún tienen menos valor que antes ya que son tierras expropiadas para construir una carretera. Pide una solicitud de trabajo al banco  y quema los documentos que ya no tienen valor de mercado.

Al cabo de unas semanas es llamado por su experiencia de contable al nuevo banco. Allí encuentra a Casta que aunque no sabe escribir a máquina tiene muy buena ortografía y también la han contratado. Ya tienen dos sueldos para vivir, ya se pueden casar.

Prudencio y Casta ya han decidido el día de los esponsales, y se dirigen a la joyería a comprar los anillos. Ya dentro del comercio, en un rincón hay una gargantilla de diamantes en el suelo que en algún descuido del dependiente debió caer. Prudencio sólo tiene que agacharse a atarse el zapato y coger la joya, pero sin pensarlo e instintivamente Prudencio se agacha y cogiendo la joya le dice:

- Estaba en el suelo, se le debe de haber caído-.

El dependiente extiende una sonrisa de alivio y comenta:

-Muchas gracias, hubiera perdido mi empleo de no encontrarse-.

Los novios eligen unos sencillos anillos que les cuestan 300 pesetas. Prudencio sólo tiene 200 pesetas; casta hurga en su bolso y llego entre billetes y monedas a 99 pesetas; Prudencio encuentra en un bolsillo perdido 50 céntimos. Los jóvenes azorados dicen que volverán mañana para entregar los 50 céntimos que faltan. Pero el dependiente les dice:

- No se pueden llevar los anillos, el negocio no fía. Imagínense que ustedes no vuelven y tengo que poner yo el dinero que falta-.

Casta, se coge del brazo de Prudencio y con su dinero se dirigen a la puerta. Vemos a los novios dirigirse felices juntos. Eso es lo único que tienen, se tienen el uno al otro. La vida es injusta, Prudencio, y quizás se es bueno porque no se sirve para ser lo contrario.

6 comentarios:

  1. El relato está inspirado en la película "El malvado Carabel" de 1959 y dirigida por Fernán-Gómez. El relato, como los que hasta ahora hemos presentado, respeta la estructura principal y los personajes los hemos circunscrito a unos pocos. Quizás la película se pierde en la presentación de muchas peripecias cómicas y hasta que la historia de amor no toma más presencia se hace un tanto "pesada". Por último decir, que lo característico de la comedia es elegir una premisa y exagerar sus consecuencias dentro de los límites de la lógica.

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    1. La condición humana es unipersonal e intransferible. Esr azonable que alguien que sea víctima repetidamente de injusticias y atropellos, se levante una mañana queriendo ser malo, pero para serlo no basta con tener ese impulso. Para ser malo hay que estudiar cómo y dónde, porque no es fácil, requiere preparación y situación de fuerza para ejercerlo. Y una herramienta de poder para trabajar la maldad con la necesaria técnica. Miremos a los malvados que nos rodean: todos gozan de una posición privilegiada desde la que pueden cometer sus maldades con ciertas garantías de impunidad. Claro, que no siempre les salen las cosas bien del todo.

      Carabel, como yo mismo, no tenía esos conocimientos ni ese punto de ojeo preeminente. Hizo bien en no intentar el éxito por ese procedimiento. Su triunfo fue conseguir la paz interior y una fortuna de afectos que le proporcionaron un sentimiento de rico y poderoso que para sí quisieran muchos corruptos de corbata de seda, amante de pasarela y móvil de última generación. Yo tampoco uso corbata ni tengo celular de más de ocho euros obtenido con puntos. Y soy feliz, oye.

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  2. MUY BIEN JOSÉ.
    Yo pienso igual que tú, aunque no sepa expresarme como tú lo haces....nosotros poseemos la mejor riqueza del mundo. Prefiero ser como tú, que ser MALA... en las proximas elecciones, te propondré para presidente del gobierno, ja ja. el país podría ir mucho mejor.
    Un fuerte abrazo
    Leonor

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  3. CARLOS: el cuento me ha encantado. Lo he encontrado muy distraído, y muy bien relatado. ya te puse un comentario en B.M.
    TE FELICITO.
    Leonor

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  4. Cómo sabes repartir abrazos. Por eso te necesitamos, nos animas. Me preocupa la difusión del blog. Ya sabes que es tu obligación como persona del "departamento de relaciones públicas".

    Un beso, te queremos, cuídate.

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    1. Ya lo promociono, pero veo mas actividad en blogueros que en el propio blog... ya lo pusistes en tu página'''''

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