martes, 8 de julio de 2014

RELATOS DE CERCANÍA: Desde Sevilla, que no Praga


Relatos de cercanía:

 DESDE SEVILLA, QUE NO PRAGA   de Carlos Ortiz


Querida hija: te escribo desde el hotel, en Sevilla. No es mi deseo contradecirte, pero esto no es Praga. Cuando me embarcaste en el tren, con tu padre, no sabíamos que íbamos a Sevilla -Oh, confusa de mi- pensaba que salíamos hacia París y que desde allí tomaríamos un tren a Praga.


Ya me extrañaba que, en la estación de tren de Barcelona, en la cola para subir al vagón, no hubiese ninguna referencia de los viajeros sobre París o Praga. La gente comentaba si bajaría en Puertollano o en Córdoba. No dije nada por prudencia -ya me conoces- enseguida meto la pata. Tu padre, le comentaba a un señor que tenía en la fila de al lado, que hacía cincuenta años de nuestra boda y que hacíamos el viaje para celebrar las "bodas de oro". Se le ocurrió decir que iba a Sevilla -¿A Sevilla, me pregunté?-. A un hotel que estaba cerca del rio y de la Alameda de Hércules, no muy lejos del centro histórico: la Giralda, el Archivo de Indias, el barrio de Santa Cruz. Ya sabes que tu padre, por aquello de la seguridad -hay tanto maleante suelto- nunca cuenta nada que pueda ser comprometedor. El hombre de al lado era moreno, demasiado bromista que buscaba las vueltas a tu padre y que lo corregía muy a menudo, con comentarios: "que si la Torre del Oro tenía su pareja al otro lado de la avenida de Cristóbal Colón, conocida como la Torre de Plata algo más pequeña que la del rio y con una virgen embaldosada en sus muros..., que si a la Giralda se podía subir a caballo..."

Perdona, me estoy perdiendo, ya que esto no es Praga. ¿Te acuerdas que hablamos de ir a Praga? Te comenté que quería saber cómo era la ciudad de esos autores  que habían escrito "La Metamorfosis" o "El Golem" y que tenía pintores como Kubin. Debe ser una ciudad oscura donde es fácil imaginar fantasmas y monstruos. Y ahora estoy en Sevilla, donde el sol parece que está colgado del cielo y le cuesta mucho irse a dormir.

Perdona, están tocando a la puerta. Precisamente son ese señor moreno y su esposa -que mira qué coincidencia, también están hospedados en este hotel-. Hemos quedado en ir a cenar con ellos. La verdad es que también ayer fuimos a cenar juntos, previamente habíamos ido por la mañana al "Parque María Luisa" y por la tarde visitamos el Alcázar, después paseamos por las calles cercanas a la Catedral, Sierpes, Jardines de Murillo y cenamos en una vieja taberna del barrio judío.

No te vas a creer lo que les contó tu padre a estos nuevos amigos que hemos hecho en Sevilla -que no en Praga, ¡cómo me engañaste!-. El señor moreno nos contaba que el marido de una amiga suya, se enamoró  de la que sería su esposa antes de conocerla por la fotografía de ella que vio expuesta en el escaparate de un estudio de fotografía. Y tu padre, que siempre quiere destacar, les contó -según él- cómo nos hicimos novios nosotros.

Les refirió que me conoció en una sala de baile del barrio de la Sagrera, que fue un amor a primera vista -un flechazo-, que era muy hermosa -un bomboncito, vamos-. Él ese día estaba de permiso, ya que hacía la "mili" en los cuarteles de San Andrés. Nos conocimos y nos dimos nuestras respectivas direcciones. Según tu padre, yo vivía en el Guinardó y él -al menos dijo alguna verdad- en Vilanova, donde siempre hemos tenido la casa.

Siempre según tu padre, yo en aquella época no dominaba muy bien las letras y dejaba que fuera una vecina quien le contestase las cartas, ya que yo tampoco disponía de un vocabulario con el que me pudiera defender. La vecina le respondía muy ardorosamente, en mi nombre, y le decía palabras de amor -¿de dónde sacará tu padre estás cosas?- Y cuando tenía algún permiso y nos veíamos, él correspondía ardorosamente y yo, pudorosa, no le dejaba que se extralimitase. Tu padre, un día le pidió a su futuro suegro que quería casarse conmigo. Mi madre, tu abuela, que no se debía fiar mucho de él, se fue con su madre a Vilanova y con la dirección del remite, preguntó en el cuartelillo de la Guardia Civil -que no está lejos de casa como muy bien sabes-, dónde se encontraba la casa de tu padre. Se dirigieron a la casa y les abrió tu tío. Según tu padre, tu tío se apercibió de lo que pretendían aquellas mujeres y cuando le preguntaron por tu padre les dijo que era muy buena persona. Y diríamos que ese informe le permitió que al cabo de cinco años nos casáramos.

¿Tú crees que se puede dejar sólo a tu padre? Aunque de tal palo tal astilla, ¿por qué me dijiste que íbamos  a Praga?

Ahora me voy a duchar y después me bajaré a cenar a la Alameda de Hércules y seguidamente nos iremos los cuatro a ver las iglesias de Sevilla: la iglesia de San Gil que alberga La Macarena, la iglesia de San Lorenzo con el Cristo del Gran Poder y otras muchas que no sabemos si abren por la noche. Después volveremos al hotel y en el patio interior charlaremos un poco con estos nuevos amigos. Nos acostaremos pronto ya que queremos ver mañana la Catedral y el Archivo de Indias y comeremos por allí.

Un beso de tus padres que te quieren y no te olvidan, desde Sevilla.

P.D.

Quizás haya sido mejor cruzar el puente de Triana de Sevilla, que el puente de Carlos de Praga, que está muy lejos, y es muy largo para nuestros achaques.

 

2 comentarios:

  1. Me encantó esta carta que escribió tu personaje, y que estoy segura que al visitar Sevilla (que no Praga) se alegró, porque en Sevilla, hay mucho que ver.
    En un próximo viaje, que visite Praga, y así podrá comparar.
    Me gusta mucho tu relato.
    Un abrazo
    Leonor

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  2. Es ágil le exposición y amena la fórmula espistolar. Por supuesto que la remitente de la carta no tiene motivo para quejarse. ¡Que más da haber ido hacia el sur en vez de hacia el norte! Si Praga cuenta con una "Torre de la pólvora", Sevilla tiene otra "Torre del oro"; y si el puente de Carlos tiene esculturas de héroes checos, también en la embocadura del puente de Isabel II se erige la figura de un héroe de los ruedos que espera nuestro paso con paciencia de bronce: Se llamó Juan Belmonte García. Y si es bello pasear al atardecer por el Moldava en un barco acristalado, también lo es surcar el Guadalquivir cómodamente
    sentado en la cubierta de un ligero vapor escuchando por la megafonía la voz de la guía informando: "...y a la izquierda observen cómo emerge la torre de la Parroquia de Santa Ana, del barrio de Triana". Yo he paseado por las dos y ambas son ciudades bellísimas.

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