19/02/2014
La ciudad frente a mí
Emilia había dejado a su novio de
todo la vida y por indicación de su madre se había prometido al hijo de los
Martínez-Carrión, nobles de vieja cuna, y el terrateniente más importante de la
comarca. El antiguo novio, Antonio, miró desde el otro lado de la acera la
iglesia y la salida de la novia, y le deseó buena suerte.
Emilia nunca olvidó aquella
aciaga noche de bodas, cuando su marido Alfredo Martínez-Carrión, le dijo
impotente ante las lágrimas de su mujer:
- Nunca me tendría que haber
casado contigo-.
Y huyó de casa, montado en su
caballo y se internó en el bosque. La desconsolada esposa buscó esa noche
consuelo en los brazos de Antonio. Y al volver a casa se le informó que su
marido había muerto al desnucarse por el golpe de una rama cuando velozmente
atravesaba el bosque.
Emilia tuvo un hijo al que la
abuela paterna había desheredado pero no había podido quitarle el apellido.
Emilia lo dejó muy claro:
- He pagado muy caro por tener el
apellido de los Martínez-Carrión, si Ud. le quita el apellido a mi hijo, todos
sabrán quien era Alfredo-.
Emilia educó a su hijo como
correspondía a un noble, tuvo los mejores colegios y siempre se codeó con la
aristocracia de la ciudad. Lo consiguió quitándole muchas horas al sueño, forzando
la vista y cosiendo sin parar. Antonio, por respeto a la voluntad de Emilia, se
mostró siempre como un amigo solícito que está dispuesto a colaborar, y nunca
dio pie a las murmuraciones.
El hijo de Emilia, Cayetano,
creció. Estudiaba en la universidad de la capital Ingeniería de Puentes y
Caminos. Los veranos iba a trabajar en las urbanizaciones que Antonio estaba
promocionando en la ciudad, donde éste había conseguido prosperar en el negocio
de la construcción empezando como albañil. A Cayetano, lo empleaba como capataz
todos los veranos, lo que le proporcionaba un buen sueldo con el que se ayudaba
en los estudios.
Pero Emilia, empujaba a su hijo a
todas las fiestas que le permitiesen no perder el favor de las ricas familias
de la ciudad. En una de ellas Cayetano conoció a Silvia, hermosa joven, que en
ese momento salía con Arturo, heredero de las minas de hierro más importantes
del país. Todo el mundo los suponía novios y sólo se esperaba la presentación
formal del compromiso.
Pero desde el día en que Alberto,
joven y despilfarrador calavera, amigo de Cayetano, cuya fortuna no podía tocar
hasta que el albacea se lo autorizase, le presentó a Silvia; los tres jóvenes
no se separaban nunca, formándose una gran amistad que en el caso de Silvia y
Cayetano culminó en un amor apasionado. Hasta el punto que los dos jóvenes
estaban dispuesto a escaparse de casa y formar una familia.
Precisamente la noche de la
escapada, cuando Silvia se disponía a salir de casa, donde en la calle la
esperaba Cayetano; el padre de ésta se había apercibido de las intenciones de
la hija por una indiscreción del servicio. La sorprendió diciéndole que quería
hablar con Cayetano:
- Por favor, dile a Cayetano que
tenemos que hablar de hombre a hombre y después os dejo que decidáis lo más
conveniente-.
- Papá, eso es muy antiguo, las
mujeres ya tenemos opinión y no se nos puede tratar como menores de edad-.
- Tú confías en él y espero que
también confíes en mí-.
Silvia aceptó que los dos hombres
hablasen a solas. Pero en un mundo de ambiciones el padre no podía dejar que su
hija se casara con un don nadie que no tenía más que apellido y dejar pasar la
oportunidad que sólo se da una vez en la vida de ser verdaderamente rico. Le
dijo a Cayetano, que si posponía su casamiento al final de la carrera, que sólo
faltaban ocho meses, lo colocaría en su bufete de arquitectos, donde tendría
que trabajar duro, pero que le
permitiría empezar a hacerse un nombre y a dar una vida digna a su esposa. Al
joven le pareció razonable y entusiasmado le dijo a Silvia que la propuesta de
su padre era muy buena y que le parecía práctica en esos momentos. Se
despidieron los dos hombres con un apretón de manos en presencia de una Silvia
que no comprendía cómo su enamorado había cambiado de salir juntos esa noche a
esperar una mejor ocasión porque era "más práctico". El padre contó a
su hija que lo había convencido con la promesa de incluirlo en su firma, no le
dijo nada sobre el plazo de ocho meses. Silvia decepcionada aceptó la propuesta
de su padre de irse a estudiar a Suiza para mejorar su alemán. Lo que el padre
tampoco le dijo es que allí estaba Arturo haciendo una ampliación de estudios.
Nadie informó a Cayetano de dónde
había ido Silvia, únicamente se enteró que se había casado con Arturo a los
seis meses. El joven se prometió no dejarse llevar nunca más por el corazón y
únicamente guiarse por la cabeza. Aunque el padre de Silvia mantuvo su promesa
de trabajo, Cayetano prefirió irse a trabajar con una opción que le parecía más
interesante, dado que en la universidad se rumoreaba que el profesor emérito de
ingeniería trabajaba en un proyecto de una empresa alemana que quería construir
un ferrocarril que uniese el norte con el sur del país. Se adelantó al
compañero de aula que tenía medio apalabrado el puesto de becario. Se informó
dónde vivía el profesor, previamente se informó qué libros había reservado
dicho profesor en la biblioteca y con la excusa que cumplía un mandato del
profesor llevó los libros al domicilio particular de éste. Allí encontró a una
mujer muy bella de mediana edad que pensó que era la secretaria y resultó ser
la esposa. Coqueteó con la señora, en las dos primeras semanas se ganó su
confianza hasta rozar los límites del adulterio, pero para alivio de Cayetano
ella no se atrevió a traspasar esa línea y consiguió el puesto de becario.
Trabajó junto al profesor en casa de éste durante todo el verano y conoció los
términos del proyecto.
Ya licenciado fue admitido como
colaborador del estudio de ingeniería, se le dio un pequeño despacho lejos de los
centros de decisión y se le encargó un estudio marginal sobre la eficiencia
energética de distintas cuencas mineras. Se quedó lejos del proyecto principal,
pero viajó mucho por las minas de carbón del país. Un día en el tren una
anciana comentaba con su acompañante que había invertido sus acciones en la
mina "tal" y que le daba muy pocos dividendos. Cayetano amablemente,
se dejó llevar por el carácter ingenuo de la mujer y su aspecto de ser
protegida, le sugirió que invirtiese en las minas de "cual" localidad
donde su carbón era más energético y abundante. La anciana quiso saber el
nombre de aquel que parecía entender tanto de carbón.
- ¿Cómo se llama usted, joven, y
dónde trabaja?.-
Cayetano, modestamente le dijo
que era ingeniero y que trabajaba en un estudio de eficiencia para la empresa
"cual". Unos días más tarde fue llamado por sus jefes y ascendido de
categoría. La señora del tren era una gran inversionista y había llamado al
despacho de ingenieros preguntando por él solicitando si podía seguir siendo
asesorada por el joven. Además se daba la particularidad que parte de estas
minas eran propiedad de la empresa promotora del proyecto de ferrocarriles.
En la cresta de la ola, se volvió
a encontrar en una fiesta de la alta sociedad con Silvia, la cual estaba en
trámites de divorcio de Arturo. El matrimonio había sido un fiasco y Silvia
vivía amargada pero mucho más rica que cuando lo conoció. Los dos se miraron y
en sus ojos entre las cenizas había rescoldos de fuego, quizás faltaba un
viento propicio...
Un día le llegó una llamada de
Alberto, solicitando ayuda de Cayetano. Su familia lo había alejado lo más
lejos de sí, y le había impedido disponer de su herencia. Le habían
proporcionado trabajo en una mina como director, pero en la mina no se había
invertido en seguridad. Le decía Alberto, entre lágrimas:
- Han muerto quince mineros y aún
están atrapados siete. Me van a declarar culpable, me enfrento a quince años de
prisión por negligencia y a una responsabilidad patrimonial que nunca podré
pagar-.
Le llamaba con amenazas de
suicidio. Cayetano se reunió lo antes que pudo con el amigo, pagó la fianza y
buscó un abogado para su defensa.
Las minas eran de la familia de
la abuela paterna de Cayetano. El albacea le aconsejó que no se entrometiera,
que el caso era muy claro y que le llevaría al descrédito.
- Alberto es el único responsable
y debe pagar por ello-.
Incluso la familia
Martínez-Carrión y Gollanes, sabiendo la influencia de Silvia sobre Cayetano,
le pidió a la joven que interviniese, ya
que en caso que se interpusiera sería excluido socialmente. La conversación fue
muy dura. Ella le dijo:
- Lo mucho que has luchado por
obtener lo que tienes puedes perderlo-.
- Alberto es mi amigo, he visto
la mina y falta inversión. Hay una dejadez de la empresa-. Dijo el joven.
- No entiendo que ahora seas tan
generoso. No siempre has actuado igual. Hasta ahora, te ha podido más tu deseo
de éxito. Si nos casamos lo habrás conseguido todo.
Cayetano le iba a contestar que
fue ella quien se fue sin darle ninguna explicación. Pero no quiso volver al
enfrentamiento.
- Alberto es mi amigo, envió un
informe a los dueños de la empresa explicando y solicitando unas reformas que
podían haber evitado la catástrofe, en el que solicitaba el cierre temporal de
la explotación. Los dueños de la empresa, los Martínez-Carrión y Gollanes, han
escondido el informe y debo encontrar las pruebas de su recibo.
Ya en su despacho, Cayetano llamó
a Antonio, le solicitó que se informase cuales podían haber sido los medios por
los que se enviase el informe a los dueños de la empresa. Unas horas después
recibió una llamada de su madre que le pedía que fuera urgentemente a su casa.
En ella le esperaban su madre y Antonio; éste le dijo:
- Debes de retirarte del asunto
de Alberto, ya que de lo contrario el nombre de tu madre va a ser pisoteado y
todo el esfuerzo que habéis hecho durante estos años para situaros socialmente
se perderá-.
Cayetano miró a su madre y a
Antonio, y por primera vez los vio como ancianos, encanecidos y asustados. El
miedo se percibía especialmente en su madre.
- ¿Qué relación podía tener su
madre con Alberto, y yendo más lejos qué relación de causa y efecto podía tener
ella con la empresa de minas?-. Y dijo:
-¿Mamá, qué ha ocurrido, qué
pasa?-.
La madre no contestó, se refugió en
los brazos de Antonio y fue éste quien habló:
- Tú no eres un Martínez-Carrión,
nosotros somos tus padres. Ella siempre ambicionó salir de la mediocridad
social y que su hijo fuese socialmente reconocido.
Cayetano sintió que un sumidero
lo tenía atrapado en su torbellino. Iba a perder el apellido que tantas puertas
le había abierto, esa superioridad social era ficticia, la mujer de su vida era
un espejismo que se disolvía como el vapor sobre el cristal y su madre... y su
padre... Nadie lo creía lo suficientemente generoso. En un lado de la balanza:
abandonar a su amigo, para mantener su vida de éxito. En el otro: la
incertidumbre de demostrar la inocencia de su amigo, con la carga añadida de la
pérdida de la reputación de su madre.
Exigió a Antonio que sobre las
apariencias sociales estaba la vida de un hombre que creía inocente y le
reiteró que averiguase cómo y quién había entregado el informe. Al otro día se
fue a los juzgados. En la sala de vistas el viejo señor Martínez-Carrión y
Gollanes terminaba su testimonio negando tajantemente haber recibido ningún
informe. El abogado de la defensa se preparaba para presentar las conclusiones.
Una indicación de Cayetano permitió al ujier de sala que entregase al abogado
un papel, que previamente le había entregado Antonio. El Abogado leyó la nota y
solicitó al juez la presencia de un nuevo testigo:
- Señoría, esta defensa, solicita
que se acepte el testimonio de un testigo, que hasta el momento no se le había
podido localizar por habérsele concedido un permiso de diez días en la oficina
de correos. Nos demostrará cuándo y cómo fue entregado el informe... (la voz se
perdió en la sala como un eco)-.
Roberto fue declarado inocente.
Silvia no dejó que la generosidad de Cayetano no tuviese recompensa. Emilia y Antonio tuvieron tiempo de
reflexionar... Y la vida siguió en la pequeña ciudad de provincias con sus
habladurías, chismorreos, apariencias, ambiciones, engaños... Es decir la vida
siguió.
Voy a intentar comentar, a ver sipuedo
ResponderEliminarYa puedo comentar... BIEEEN!!!! ahora faltan comentarios de los amig@s a ver si ya se arregló
ResponderEliminarEl relato está inspirado en la película "La ciudad frente a mí" dirigida por V. Sherman. Sigue la estructura de la historia principal. La historia de amor aunque entra con fuerza al principio es desplazada por la del amigo que lo acusan de un crimen. Las peripecias son distintas aunque, como digo la estructura se respeta. La ventaja del relato es que no tiene que describir y por lo tanto deja al lector que imagine a su modo y su estado de ánimo. Aunque no se sitúa temporalmente ni geográficamente en el relato la trasposición a nuestro entorno es fácilmente trasladable.
ResponderEliminareeee mi novio se llama Alfredo Martinez Carrión...
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