11/03/2014 Pintura: Kirchner
Jenny
Estaba esculpiendo la piedra,
cuando oí un grito que salía de ella.
- No tan fuerte, por favor sé más
delicado.
Me habían encargado una escultura
femenina. Acepté el encargo por no tener ningún pedido a la vista. Yo hacía
tiempo que había dejado aparte mis sueños
de escultor. Ahora me conformaba con algún que otro contrato para
adornar un jardín con una fuente de piedra o un gnomo a la entrada de la finca.
El contrato me vino a través de
una tercera persona. Era una solterona, según me dijo “marchante de arte”.
Tenía la cara tapada por un velo. Su voz grave no perdía ni la dulzura ni la
feminidad, no le vi el rostro pero por su aspecto debía haber pasado de los
sesenta años. Me adelantó el dinero y una foto en la que no se veía muy bien el
rostro ni se apreciaba con nitidez la edad. No debía haber aceptado el encargo,
en circunstancias normales no lo hubiese hecho. Pero las facturas se me estaban
amontonando en la mesa, el banco no me daba crédito e incluso algún que otro
día tuve problemas para comprar comida. Por lo que acepté como un acto de
desesperación.
Otro día me trajeron la piedra,
era de mármol negro, su grano era puro, su calidad extraordinaria. Y yo un
escultor que hacía años había desechado ir en busca de la gloria. Mi padre me
pagó la academia de arte a regañadientes, fue mi tozudez lo que le convenció.
Siempre he confiado que tenía algo, tengo muy buena mano en el dibujo y también
moldeaba el barro con una plasticidad que lo transformaba en cualquier objeto
que yo quisiera imaginar. Estaba convencido que tenía un don. Mis primeros
trabajos con el cincel no fueron meritorios, pero había algo en la piedra
amorfa y sin vida que tomaba cuerpo, eso me atraía. Tengo conciencia de no ser
un gran escultor, pero hay algo que me dice que soy capaz de una obra, sólo
una, que será la razón de mi vida.
Aceptado el encargo tenía que
ponerme manos a la obra. Lo primero que hice, ya en el taller fue mirar la
piedra. Era una gran masa, si lo hacía bien o medianamente bien, de ese trozo
de mármol saldrían unas formas que tendrían, según mi pericia una semejanza con
la foto.
Todo esto pensaba aquel día,
cuando de pronto oí la voz de la piedra. Me estremecí, tuve miedo. ¿Me estaría
volviendo loco? Miré la foto y un escalofrío me recorrió el cuerpo. Pensé que
la imagen aunque borrosa se reía. Lo dejé todo, en ese estado de ánimo no podía
trabajar. ¡Antes de empezar se me reían!, no me creían capaz. Bueno, mejor
dicho, no me creía capaz. Me fui a comer con un amigo; quizás ese estado de
frustración provenía de una debilidad física, de una mala alimentación. Se lo
comenté a mi amigo y sonriendo pidió para mí un filete de ternera. Le enseñé la
foto que me habían dejado de muestra para la escultura. El amigo me dijo que se
le veía muy bien la cara y que no estaba sonriendo. Me hizo una observación
sobre unas anotaciones en la parte posterior de la cartulina: un nombre de
mujer y algo que parecían números. Se podía leer: “María Cuadrado Balladares”,
y debajo una fecha: “6 de Mayo de 1983”. No supe qué responder. Cogí la foto,
la imagen había empezado a aclararse, quizás en la penumbra del taller
confundí, entre aquellos rasgos difusos, una sonrisa; pero no perdí la
sensación de que me estaba sonriendo. No le comenté nada a mi amigo y la
guardé.
Sentí que no estaba preparado
para comenzar. Pensaba, ya me había ocurrido antes, que no valía como escultor.
Sólo recuerdo una vez que se me reconociera mi arte y fue cuando muerta mi
madre esculpí su busto. Mi padre comentó:
- Qué bien te ha salido. Tiene
sentimiento. Hasta ahora lo que hacías tenía técnica, pero le faltaba amor.
Con estos pensamientos regresé al
taller, proseguí con la escultura, me hice un dibujo que partiendo de la foto
esbozara las líneas en que quería atacar a la piedra. Empecé por la cara, la
foto incomprensiblemente comenzó a tomar vida, era una niña. Ya no era una
sonrisa, se estaba riendo. Pensé que sería un espejismo y seguí con el dibujo
de la cara. Una voz femenina, infantil, desde la piedra me dijo:
- No es así, yo tengo los ojos
más grandes y más expresivos.
Tiré el carboncillo. Y enojado,
le dije:
-Ya me estás cansando, estoy
harto de bromas.
Oí que la piedra lloraba -Te has
enfadado, me estás asustando-.
- Lo que me faltaba-. Dije.
- No empieces aún, espera a que
me haga mayor. Quiero ser mayor para ti.
Estaba realmente loco. Quizás era
mi subconsciente que se negaba a hacer aquel trabajo. Un trabajo para dónde.
¿Una lápida?, ¿una plaza?, ¿para un jardín interior? No sabía nada. Llamé a la
marchante, quien enigmáticamente me dijo:
- No se apure, usted ya sabe lo
que tiene que hacer. Limítese a reproducir la imagen de la foto.
Volví al taller y a la mesa de
trabajo. Volví a mirar la foto. ¡No era una niña! Era una adolescente que no
tendría más de 17 años. Estaba realmente loco. Me fui a la cama, pensé antes
que debería de tomarme algo, pero lo deseché. ¡Si sobrio estaba así…! No podía
dormir. Estaba seguro de haber visto a una niña y, ahora, casi era una mujer.
Pongamos que empiezo la escultura y la imagen un día se me aparece niña y la siguiente
vez adolescente. ¿Esculpo unas piernas cortas o unas piernas largas?, ¿la
cabeza y el cuerpo en qué proporción las presento? Una vez cortada la piedra no
hay vuelta atrás. Tenía en la cabeza "no empieces aún, espera a que me
haga mayor". Curiosamente me dormí tranquilo... durante doce horas.
Al día siguiente, ya en el
taller, volví a mirar la foto. Estaba claro que no era una niña, ¿qué podía
haber tomado yo para ver una niña? Tampoco era una adolescente, era una mujer
de unos veinte años, quizás aquellos rasgos tiernos y dulces, aunque yo era un
buen fisonomista, me confundieron con los de una adolescente. Miré por
curiosidad el reverso, había una fecha, 1993, y el nombre. Llamé a un amigo en
el registro civil para que me informase si había una mujer que se llamase María
Cuadrado Balladares que debió nacer alrededor de 1973. Había cuatro personas,
pero sólo una nacida en 1972, la fecha más cercana; las otras personas eran
muchos años mayores. Me dijo que había fallecido en 1998. Le pregunté de qué,
pero incomprensiblemente se cortó la comunicación. Creí tener suficiente
información. Estaba claro, era una escultura que algún familiar había encargado
en memoria de la joven. Deseché la visión de haber visto antes otros números y
fechas, y me puse a trabajar.
Tomé las medidas a la piedra,
busqué los puntos débiles con un mazo de madera. Di un golpecito.-¡Ay…!- dijo
alguien desde el interior. Yo dispuesto a superar mis alucinaciones volví a dar
otro golpe.
-¿Vas a empezar?
- Estoy tanteando.
- ¿Qué te parezco?
- ¿Cómo piedra o en la foto?
- Qué cosas dices, pareces loco,
¡en la foto!
- Muy bonita.
- ¿Te agrado de verdad? Yo
siempre he sabido que eras el hombre de mi vida. No es verdad que se pueda
enamorar uno de cualquiera. Sólo hay una persona a quien amar. Te he estado
esperando siempre.
- Pero tú estás muerta- Le dije.
- No tengo consciencia de ello.
Yo siento que estoy viva porque siento amor. No hay amor sino estás viva por
dentro.
Miré la foto. Pero no sé de qué
modo se hizo mayor. Miré detrás de la cartulina, la fecha decía que debería
tener unos veinticinco años. Posiblemente ya estaba muerta. Le pregunté:
- ¿Dónde estás?
- Es evidente que aquí delante de
ti. Siento que pronto veré la luz, que me rescatarás. Pero sólo podrás hacerlo
si me amas.
Sentí que empezaba a amar mi
arte, que aquella mujer me devolvía a la vida, que volvía a renacer después de
un tiempo de estar muerto. Le pregunté:
- ¿Qué es lo último que
recuerdas?
- Recuerdo una montaña, un gran
alud de piedras que se me venía encima.
Todo empezaba a tener sentido, yo
la sacaría de allí. Seguimos hablando mientras el cincel tallaba la piedra. A
cada golpe la veía salir, era hermosa, la más hermosa mujer que he visto
nunca...
El cuento está inspirado en la película de 1948 "Jenny" dirigida por W. Dieterle. "Jenny" tiene una estructura entre romántica y misteriosa; es una reflexión sobre el tiempo y la muerte. Ese aire debe de ser respetado, el problema es como lo presentamos. Se aceptan comentarios que digan si hemos acertado en la exposición.
ResponderEliminarMuy bonita la historia, y muy romántica.
ResponderEliminarAsí el escultor empezó a ilusionarse... por amor.
Me ha gustado mucho
Un abrazo
Leonor
P.D. En la imágen no has puesto quien era el autor ??
Sí, está arriba con la fecha en letra pequeña. El amor es vida, y se puede estar vivo por fuera y muerto por dentro... más o menos podría ser una interpretación. Otra sería que sólo cuando se hacen las cosas con amor éstas salen bien y tienen vida. La tuya también me gusta mucho.. ilusionarse por amor.
ResponderEliminarUn abrazo
Me gusta eso que dices sobre hacer lo que se hace con amor, que es hacerlas bien, con lo es y tiene cada uno, con alegría de hacer algo que se conoce pero sabiendo que en todo hay un misterio. En una comunicación doy algo de mí que me define, ya sea la palabra, un mármol, una tela y pinturas, pero no es un resultado de un mero razonamiento y experiencias logradas; Son emociones que podemos tener muy adentro y aparecen en nuestra obra, la que sea. De parecida manera, recibimos o percibimos la obra que otros han facturado. Decimos que tiene "algo", un "no sé qué" que nos impresiona sin poder conceptualizarlo, especialmente si es la música. Si fuera escultor, habría abrazado el precioso trozo de mármol, tal como alguna vez le he dado un beso al papel que me mira con una sonrisa desafiante.
EliminarRecibe mi abrazo.
Me gustaría, no lo sé, que hubiese visto la película, tiene un misterio que yo no he sabido reflejar y tiene un romanticismo que trasciende a la vida. ¿A lo mejor sólo las personas que aman viven eternamente?
EliminarOtro brazo y gracias
Claro que el misterio que trasluce este relato es el misterio del amor. Toda obra es parte de la naturaleza del artista, un pedazo de sí mismo. Y cuando comprobamos que lo que hacemos está quedando como deseábamos que quedara, despierta nuestro afecto por eso, porque hay algo de nosotros en esa materia que era inerte antes de que nuestras manos y nuestra mente la moldearan y ahora es ese esfuerzo nuestro el que le está insuflando vida, parte de nuestra propia vida. No hay duda de que todas las grandes obras del talento humano viven años y años porque contienen el impulso del amor que puso en ellas su creador.
ResponderEliminarEs difícil decirte algo que no hayamos hablado antes. El problema y lo que lo hace fácil a no-escritor como yo, es seguir una sola línea argumental. Los personajes secundarios aquí, en el relato, son únicamente mencionados. Cada uno de ellos también tienen una vida, un deseo que la marchante en la película lo satisface a través del artista joven. Ella también se enamora, pero su amor por el joven no se hace posible y el amor imposible se materializa en el misterio (lo dejo así para los que vean la película).
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