viernes, 16 de mayo de 2014

CUENTOS DE CINE: Los sobornados


4/04/2014

Los sobornados

Pintura: Bacon 
Estaba en mi despacho cuando entró un tipo de unos cincuenta años, muy elegante y de modales refinados, aunque su penetrante colonia no podía esconder todo el hedor a muerte que transpiraba. Enseguida supe quién era, antes de que él mismo se presentase.

- Soy Harry Juliani-. Me dijo tendiéndome la mano.

Rogué a mi secretaria que lo acompañaba que no nos molestasen, que no me pasara ninguna llamada y que por favor cerrase la puerta. Juliani una vez acabadas las formalidades de cortesía, se sentó acomodándose en una de las sillas del despacho. Su actitud no era del que solicita, sino del que manda. Comencé:

- ¿Que desea de nuestros servicios?

-Iré directamente al grano. Hace dos semanas se suicidó el jefe del departamento de estupefacientes, el sargento Mulligan; supongo que ya se habrá enterado por los periódicos-.

- Sí-. Le dije -se suicidó porque no quería enfrentarse a una enfermedad al parecer terminal-.

- No fue así, aunque es lo que manifestó la esposa del policía para salvar el buen nombre de su marido. Pero la verdad es que se suicidó por motivos que no están claros y que supongo que lo estarán en la carta que dejó como última voluntad...

Le interrumpí, quería mostrarme lo más inocente que pudiese aparentar. Hice una mueca de extrañeza:

-No recuerdo que en la nota de prensa se hablase de ninguna carta que hubiera dejado el muerto, por eso se aceptó sin más lo que dijo la viuda, señora Mulligan-.

Juliani a medida que hablaba y hablaba, fumaba un cigarrillo tras otro sin acabar ninguno. Por lo que le dije:

- ¿Está usted nervioso, quiere tomar un whisky?

Ante el gesto afirmativo de Juliani, busqué dos vasos. Abrí el cajón de la mesa y junto a la botella vi mi automática, lo que me tranquilizó. Saqué la botella y vertí el licor en los vasos de manera razonable. Sin darle mucha importancia, le pregunté:

- Aún no me ha dicho qué es lo que pretende de este despacho de detectives. Debe ser muy especial ya que usted tiene sus propios hombres para solucionar sus problemas y suficiente poder para hacer los "contratos" que estime necesarios-.

- Déjeme que le aclare la situación y creo que con los antecedentes entenderá mi propósito-.

Hice un ademán para que prosiguiese y puse una actitud de interés, pero cuidando que no se confundiera como de camaradería. Juliani tomó un trago, volvió a su cigarrillo y siguió hablando:

- El caso, todos lo consideraron rutinario, sólo el muerto tenía algo de especial, era un policía.

El hombre no paraba de hablar y de fumar; pronto el cenicero de mi mesa estaba a rebosar. Vacié el contenido en la papelera previo haberlos humedecido en agua. Los ojos del gánster seguían cada uno de mis movimientos, por un momento paró de hablar y  le dije:

- Le escucho-.

- Como le decía, el caso fue adjudicado al sargento O'conor que esa noche estaba de guardia. Su informe fue el que llegó a la prensa. Lo que fue el motivo para que una prostituta del cabaret "Arena" se pusiera en contacto con el sargento, comiéndole la sesera: "que Mulligan no estaba enfermo, que no podía ser el motivo del suicidio; que todo debía de ser una artimaña de la arpía de su esposa, ya que se quería divorciar para casarse con ella..."

- ¿Con la prostituta?-. pregunté.

- Sí. No me interrumpa. O'conor pensando que podía ser un chantaje se lo comunicó a la viuda la cual lo consideró una intromisión en su vida - si había chantaje ya se lo diría-. A la noche siguiente del encuentro en el "Arena", estando también O'conor de guardia, dio la casualidad de que al teletipo de la comisaría llegó un mensaje que comunicaba que se había encontrado muerta en la carretera del sur una  mujer de características que podían coincidir con las  de la prostituta. El maldito O'conor en vez de dejar que el caso fuese investigado por la policía del condado se entrometió. Se fue a la morgue y reconoció el cadáver.

- ¿Era la prostituta del "Arena"?-. Me atreví a preguntar para que no hubiese dudas.

- ¡Sí!-. dijo con cierta rabia- O'conor volvió al cabaret y se enfrentó con mi socio. Mi socio, sin consultarme, había intentado amilanarlo haciendo llamadas a su casa e insultando a su mujer. Pero el maldito irlandés, ató cabos y se presentó en mi casa. Me dijo que dejase de molestar a su familia - si tenía alguna cosa que decirle que lo hiciese en comisaria-. Se atrevió a llamarme asesino en mi propia cara-.

La atmosfera en la habitación era irrespirable, no sé de dónde sacaba tanto paquete de cigarrillos. Abrí la ventana, todo me olía mal. Le dije:

- Prosiga, le escucho-.

- Fue un accidente, se podría decir que fueron daños colaterales. La bomba que estalló en el coche de O'conor no estaba destinada a su esposa; la persona contratada pensó por su cuenta que el único que tenía acceso al coche era el sargento. A otras personas, la cercanía de la muerte, las suele acobardar. Pero a O'conor no, se convirtió en un vengador. Se cree el justiciero de la ciudad. Le dijo al comisionado que estaba en mi nómina, que yo le pagaba. Por lo que fue expulsado de la policía. Pero ese fanático de O'conor prosiguió por su cuenta las investigaciones. Sonsacó a la chica de mi socio...

- Sí, la he visto en las revistas, una pelirroja de bandera. Una mujer que lo tiene todo en su sitio- Hice la interrupción porque se estaba encendiendo literalmente.

- Sí, una mujer que ya está en su sitio-. El tono siniestro de su voz me puso en guardia, si es que aún podía estarlo más.

- Prosigo, O'conor averiguó, por medio de la pelirroja, quién era el sicario contratado de Chicago. Así encontró al sicario, lo presionó de tal modo que "cantó"; éste le dijo que la viuda de Mulligan me estaba presionando y que yo había ordenado los dos "contratos", el primero: el de la prostituta como un regalo para la viuda, y el segundo: era una venganza personal mía. O'conor lo dejó escapar sabiendo que nosotros no teníamos más remedio que eliminarlo ya que no nos era útil y sabía demasiado, nadie lo conocía. Y nadie lo reclamará.

Terminó las palabras en un tono amenazante. Sentí deseos de sacar la automática del cajón. Me hubiese sentido más seguro, pero no me quedaba más remedio que tener las manos a la vista del hombre, porque había introducido sospechosamente una mano en el bolsillo de la chaqueta.

- ¿Y qué hizo su socio cuando se enteró de que la novia, la pelirroja, se había chivado?-.

Sonrió, separó el cigarrillo de sus labios, enseñó unos dientes amarillos y volvió a ponerse el cigarrillo en la boca apagando el extremo con sus dedos, sin dejar de tener la otra mano en el bolsillo. Parecía manco de ese brazo de lo inmovilizado que lo tenía. Juliani no paraba de hablar, había momentos que me era difícil seguirlo.

- ... Cuando se enteró mi socio, en un arrebato, quemó con café hirviendo el rostro de la joven, lo hizo en público y se la tuvieron que llevar a un hospital; de allí se escapó con la cara desfigurada sabiendo que era una mujer condenada a muerte. Se reunió con O'conor, éste le dijo que había estado en casa de la viuda de Mulligan a la que había amenazado. Pero la viuda le dijo que estaba protegida por la carta. La carta, compromete a mi socio y a mí, y compromete a mucha gente importante de la ciudad; con ella me hacía chantaje esa maldita bruja y era la razón por la que no podía tocarla, ya que en caso contrario se haría pública. Con ésta  información la chica de mi socio, la pelirroja, en una acto de venganza se dirigió a casa de la señora Mulligan, -y lo que no se atrevió o no pudo hacer O'conor-, lo hizo ella: mató a la viuda con la esperanza de que así se destaparía la carta y después, para completar la venganza, volvió a casa de mi socio para desfigurarle la cara, pero éste con la cara ardiendo tuvo tiempo para matarla y O'conor -siempre O'conor- se presentó en la casa y casi mata a mi socio que está detenido.

El hombre sudaba. También a mí me entraban los calores. Ya entendía el motivo de su visita. Por un lado tenía a O'conor pisándole los talones; el alcalde -estábamos en época de elecciones- debería haber mandado a su policía que lo detuvieran ya que su socio debía haber cantado y finalmente estaba la carta comprometedora de la que muy pocos peces gordos se escapaban.

Me atreví a preguntar en el tono más inocente que pude:

- ¿Y yo que tengo que ver en todo esto?

Juliani, -en un movimiento rápido rodeó la mesa- sacó su pistola y me pegó un tiro en la rodilla, para advertirme que iba muy en serio. Supongo que no debía tener dudas, pensaba yo. Mientras me retorcía de dolor, me dijo:

- La viuda Mulligan le entregó la carta a su hermana, con la condición de que si ella moría fuese publicada en los periódicos... Y su mujer, porque usted es el cuñado de la viuda Mulligan, nos ha dicho que la carta la tiene en este despacho...

Me arrastré lo mejor que pude para sacar la carta que estaba escondida en el interior del respaldo de mi sillón, temiendo por mi mujer. De pronto se abrió la puerta y entró O'conor -bendito O'conor-. con cuatro policías. Se cruzaron varios disparos y vi que Juliani yacía en el suelo sin vida. Pregunté a O'conor:

- ¿Y mi mujer?

A lo que me respondió:

- No se preocupe, está bien. Le acompañaré hasta el hospital.

Mientras, se aseguraba de que la carta fuera publicada. Es decir que llegase a la prensa.

 

 

 

 

 

 

 

 

2 comentarios:

  1. "Los sobornados" es una película de 1953 dirigida por Frintz Lang.
    Una novela negra debe de cumplir los esquemas del género:
    • se debe mover en un mundo de delictivo.
    • hay una parte de denuncia social.
    • las peripecias llevan un camino de intriga y finaliza con una sorpresa final.
    • los muertos no molestan en el género y las pelirrojas despampanantes tampoco.
    • lenguaje directo con jerga de los bajos fondos.
    • preferentemente exteriores de noche.
    - He observado que tanto "Los sobornados" como "Deseos humanos", dirigidas las dos por Lang, tienen una nota o una carta en la que gira el clímax y el desenlace de las películas.

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  2. Muy bien narrada la historia, aunque otros relatos me han gustado mas, pero una historia que has explicado muy bien, en la que el tabaco, y las pistolas tienen un papel importante, (como en todas las pelis policíacas)
    FELICIDADES POR EL TRABAJO
    Leo

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